lunes, 26 de noviembre de 2007

El pasado olvidado




"La calle está cortada, el colectivo va a agarrar Ecuador hasta Santa Fe". De ésta manera el colectivero avisaba, marcando cierta distancia de los pasajeros, que no iba poder tomar el recorrido habitual. Pero, toda la distancia que, con las palabras, el chofer se alejó de los pasajeros, no sirvió para tranquilizar a un grupo ancianos que viajaban en el 106. Al terminar la frase tres de ellos fueron a preguntar dónde les convenía bajar, uno fue a que el colectivero lo escuchara insultar y otro a enterarse porqué estaba cortada la calle.

El día estaba gris, no llovía pero nadie podría asegurar que esto iba a mantenerse durante las próximas horas. Era uno de esos días donde lo ideal es estar solo tomando un mate amargo y mirando por la ventana al viento jugar con las ramas de los árboles. Sin embargo Oscar estaba rodeado de cinco personas que no paraban de hablarle, ninguno se escuchaba ya que todos buscaban ser oídos, y quien mejor para eso que el propio colectivero. Pensó en lo mucho que deseaba prenderse un rubio, ponérselo en la boca y mandar a la mierda a todos los viejos. Pero juntó su paciencia, en realidad escondió su bronca, y, justo cuando iba a pedir que se calmasen, la sirena de una ambulancia y, segundos después los bocinazos de los autos se sumaron al paisaje de Oscar.

Apagó el motor del colectivo, guardó las llaves en el bolsillo, se bajó a la calle y comenzó a correr todo derecho por la calle Paraguay. Pasó por un hospital, una iglesia y por la facultad de medicina; llegó a una plaza que queda a una cuadra de la avenida mas ancha del mundo, se sentó en uno de sus bancos, sacó una moneda que tenía escondida en su billetera, la miró un buen rato y se puso a llorar.

Para entonces las esquinas de Paraguay y Ecuador, y sus alrededores, rebalsaban de personas furiosas insultando y tocando la bocina de sus coches. Luego vendrían los medios de comunicación para averiguar ¿qué pasó?, ¿porqué? y ¿quién lo hizo? Y por último, antes de que la calle vuelva a ser lo que era cuando no estaba el colectivo de Oscar taponando el fluir de lo autos, alguien de la linea 106 vendrá con una llave de repuesto y sacará al colectivo.

Pero todo este infierno que se estaba viviendo en el barrio de Almagro no era más que un pequeño problema comparado con lo que Oscar estaba viviendo. Recordó aquel momento en que a los 18 años vió a su padre tirar la moneda, la misma que el tenía en sus manos, "cara, Dino se va para Sudamérica" eso fue lo que dijo su padre cuando pudo ver la posición en que la moeneda había quedado, luego su padre y su madre se abrazaron y lloraron.

Es que la guerra son esto pequeños momentos donde cada persona se transforma en soldado, no hace falta estar en la trinchera, ni estar al mando de algún general, tan solo basta que se declare la guerra en un lugar para que todos sus habitantes sean soldados. Tendrán que decidir sobre sus vidas, las de sus familiares como si estuvieran combatiendo en la frontera. Cada casa se vuelve un campo de batalla, cada familia un ejército y cada desición, hasta la más insignificante, es una desición de vida o muerte. Las casas acogen historias terribles, cada vida que se va, no es como si se sacará un número a tres mil millones, es mucho mas que eso, es una historia enorme que se asesina. Si todos los hombres comprendieran lo hermoso que es la vida y lo mucho que se pierde cuando se va una, la guerra solo podría ser un cuento de ficción. La moneda cayó y decidió que Oscar se salvaría, los demas solo quedaba encomendarse en manos del hombre, quien va a decidir el tiempo en que los crimenes van a ser legales.

Oscar no podía odiar a aquella moneda, fue ella quien le salvó la vida; pero tampoco podía amarla porque fue ella también , la que lo separó de su padre, su madre y su hermana. Prefirió odiar a la guerra de Sarajevo, ella fue la verdadera culpable de todas las tragedias que le pasó a él y a su familia.

Secó sus lágrimas con un pañuelo, se levantó del banco y se dirigió con paso firme hasta su casa. En el camino guardó la moneda en su bolsillo derecho. Una vez en su casa mientras comía las galletas, que había comprado en el supermercado chino que quedaba a la vuelta de su casa. y tomaba un mate amargo comenzó a organizar su viaje a Sarajevo. Iba a buscar un cuadro que su padre había pintado, un retrato de su familia en el jardín de su casa, días antes de que la guerra comenzará a llevarse vidas. Amaba el recuerdo que tenía de ese cuadro porque en él, su padre mostró uno de los últimos momentos felices que vivió la familia en el mismo jardín en que dos años después un misil se llevó la vida de todos ellos, menos de él.

Se despertó transpirado, se secó la cara con una servilleta que le había quedado de la cena y miró por la ventanilla del avión y se tranquilizó de saber que todo fue una pesadilla. El inconsciente le hizo creer que que él había muerto en la guerra y que todo lo que recordaba de su vida en Buenos Aires no había existido nunca, en realidad estaba viendo la vida de otra persona desde su muerte. En dos horas iba a estar pisando el mismo aeropuerto en el que dos años atrás lo separó de su familia, el último lugar donde los vió.

Caminando por la plaza en la que él, su hermana y sus amigos solían jugar de chicos, se preguntó ¿como sería ver caer bombas, personas muertas por las calles o aviones militares disparando desde el cielo? "el hombre se acostumbra a todo, al hombre lo acostumbran a todo" terminó diciendo y agarró las calles hacia su antigua casa. En el camino iba mirando a las personas que se cruzaba para ver si alguna de ellas le resultaba familiar, si podría encontrar algún conocido que le pudiera dar alguna información sobre dónde podría estar el cuadro. Sin embargo no se encontró con nadie, como si después de la guerra, Sarajevo y toda su historia hayan desaparecido. Pareciere como si la guerra cumplió su objetivo de hacer desaparecer tanta vida para poner la vida que aquellos que arman la guerra quieren. Como si las personas que se matan fueran simples objetos, sin vida, sin historia.

Se quedó parado frente a su casa más de una hora hasta que salió de la casa de al lado el vecino de su infancia, aquel que le había enviado una carta, en plena guerra, para informarle la triste noticia de que toda su familia había sido asesinada. En sus manos tenía el tan preciado cuadro, que dentro de dos días iba a estar colgado en su casa de Buenos Aires. "Sabía que ibas a venir algún día, la guerra es el peor de todos los males de la humanidad y es lógico que uno busque olvidarla, pero no hay guerra que pueda hacernos olvidar nuestra propia historia" dijo con el cuadro todavía en la mano.

Los dos se abrazaron un largo rato en la puerta de la casa y mientras lo hacían, Oscar pensaba en todas las cosas que habrá vivido su vecino al quedarse en Sarajevo y como, sin embargo pudo cuidar del cuadro. Pudo darse cuenta del valor que tenía para él.

El abrazo terminó y ambos entraron a la casa donde sbrevivió a la guerra su vecino, se sentaron en la mesa y comenzaron a charlar. Como Oscar estaba muy callado, su vecino fué quién comenzó relatando alguno de los lamentables hechos que vivió durante la guerra. Su esposa se había suicidado hace varios años mientras se libraba la batalla por un pedazo de tierra "lo que paso fue que vinieron cinco tipos y, mientras uno me apuntaba en la cien con un revolver, los demas se la violaban. Ella no pudo acostumbrarse a tanta maldad y se suicidó. Yo vivo como puedo, casi por costumbre. He visto cosas en estas tierras que ni el mismo Satanás podría ver"

Los dos días en Sarajevo le permitieron a Oscar visitar su casa de la infancia, conversar un buen rato con su vecino y recorrer lo que alguna vez fue su barrio, aunque sea solo por la posición geográfica. A diferencia de su vecino, Oscar tenía dos razones por las que vivir.

Llegó a su casa de Buenos Aires colgó el cuadro en la pared del comedor y le dijo a su hijo “Mirá hijo, este es papá” ante la mirada cómplice de su esposa.




1 comentario:

Lula dijo...

Santi como te prometi aca estoy tratando de escribir algo... aunque realmente no soy buena para esto... vos sos el escritor.
No queria dejar de decirte que disfruto mucho de las cosas que escribis, no muchas personas pueden expresar en una hoja, o simplemente decir lo que piensan como lo haces vos.
Eso si, cuando publiques tu primer best seller, que espero que sea "Lula y sus parodias", me regalas una copia dedicada... dale? No me la vas a hacer comprar me imagino... jeje...
Te dejo un beso grande